martes, 31 de enero de 2012

Los efectos sobre la salud de los compuestos tóxicos persistentes, por Anna García-Altés

Este mes el New York Times se hacía eco de un artículo publicado por el equipo de investigación de Miquel Porta en el IMIM, con investigadores americanos, del CNIO y de la UAB en la revista Gut. El artículo expone los resultados del estudio realizado y muestra que determinados niveles altos de plomo, arsénico y cadmio aumentan el riesgo de padecer cáncer de páncreas, mientras que el níquel y el selenio lo reducen.  El cadmio está presente en el tabaco y en exposiciones ocupacionales, el arsénico en el suelo y agua, y el plomo en contaminación de gasolina y ambiental. El organismo absorbe estos elementos por vía respiratoria o digestiva, y se almacenan en diferentes tejidos (entre ellos, las uñas y las grasas).
Los efectos sobre la salud de los compuestos tóxicos persistentes (CTP) se van conociendo a medida que los estudios aportan luz sobre el tema. Resulta preocupante, además, pensar en la exposición generalizada a estos compuestos que ha sido identificada en muestras representativas de la población, las importantes variaciones del nivel de concentración de CTP entre individuos (que llegan a multiplicarse por 7.700 veces), y la distribución completamente asimétrica de la distribución: la mayoría de la población tiene niveles bajos de concentración (pero tiene) y una parte pequeña de la población tiene concentraciones extremadamente altas.

Aquí es donde el papel de las políticas de salud, o más bien, las políticas reguladoras que puedan llevarse a cabo desde el Ministerio de Medioambiente o de Industria serían extremadamente efectivas. Este es un ejemplo claro, en el que la solución está en buscar la salud en todas las políticas. En un momento de recortes en los presupuestos de salud, es el momento de fijarse en los otros determinantes de la salud y apostar por ellos. Quienes se interesen por el tema, pueden tomar nota de este libro: “Nuestra contaminación interna”.